TOMANDO UN CAFÉ CONTIGO MISMO.
En esta época, caracterizada por el estrés y la competitividad, estamos permanentemente sometidos a situaciones de tensión que apelan a nuestra capacidad de respuesta y que, si no estamos preparados, pueden perjudicarnos. Por eso, el doctor Dresel nos invita a hacer diariamente un alto en el camino y dialogar con nosotros mismos, para emprender el camino de autoconocimiento y desarrollar una alta autoestima.
EL IMPACTO INICIAL
Lo primero que nos sucede cuando percibimos la herida
profunda que nos causa una pérdida abrupta es el
desconcierto. Sabemos que hemos sido duramente
golpeados, pero aún no podemos aceptarlo en su total
dimensión, pues no nos sentimos merecedores de tal
agresión a nuestra persona.
Podemos sufrir, en esta etapa, repercusiones sobre nuestro
cuerpo físico, tales como inapetencia, dolores de cabeza,
mareos, dificultados respiratorias, etc.
La reacción natural es actuar y tomar decisiones que
contrarresten la injusticia de la que hemos sido objeto,
siendo habitual que cometamos grandes equivocaciones,
porque lo hacemos de acuerdo con lo que sentimos y no
de acuerdo con lo que es mejor para nosotros, dadas las
circunstancias que estamos atravesando.
Lo que seguramente no necesitamos es que nos den
ejemplos de cómo tal o cual persona salió de una situación
similar, o que nos digan que con buena voluntad todo se
arreglará en el futuro.
¿SOMOS REALMENTE
VÍCTIMAS?
Siempre nos compete una cuota de responsabilidad en las
cosas que nos pasan, y es bueno ser consciente de ello.
Obviamente, no nos gusta tener que admitir este hecho,
pero solo si nos sentimos parte indisoluble del problema y
no asumimos el rol de víctimas, estaremos en condiciones
de elaborar de modo adecuado el sentimiento de pérdida
que nos embarga y mirar con optimismo hacia el futuro.
Ser responsable implica, en primer lugar, que indudablemente
hemos sido parte activa de muchas de las cosas que nos
pasan, y que somos quienes construimos nuestro presente
y nuestro futuro, puesto que el pasado forma ya parte de
nuestra historia personal.
Si somos capaces de una alta autoestima, nuestra conducta
va a apoyar el autoconcepto positivo que poseemos.
Desde el mismo momento en que tomamos los conflictos
como “propios” ya nos estamos orientando hacia su solución.
Las emociones negativas
Si comenzamos a sentir que representar el papel de víctima
se ha convertido en un estilo de vida para nosotros, debemos
visualizar con urgencia qué emociones negativas nos están
desgastando en lo interno, para no terminar seriamente
lastimados por el inadecuado manejo de estos sentimientos.
La ira
Los seres humanos nos sentimos indefensos cuando algo
amenaza nuestra propia imagen. Si nos sentimos como
víctimas, observemos si estamos permitiendo que la rabia
controle nuestra vida.
Preguntémonos con libertad si realmente estamos enojados;
y cuando respondamos por la afirmativa, reconoceremos
cómo los resentimientos siembran semillas de odio en
nuestra alma y un impulso de venganza en nuestra manera
de pensar.
Una vez que hayamos reconocido con sinceridad nuestro
enojo, este comenzará lentamente a disolverse.
El miedo
El miedo, nos provocará una verdadera parálisis, aislándonos
dentro de nosotros mismos, y promoviendo que nuestros
pensamientos y nuestros sentimientos cobren una nueva
dimensión, haciendo que lo desconocido nos produzca
pánico.
La culpa
Cuando aparece esta emoción es comparable a lo que
sucede cuando la luz roja del tablero de un auto se enciende
en señal de aviso de que hay algo en el sistema eléctrico
que no funciona bien.
Ahora bien, tomar una actitud de enfrentamiento con el
sentimiento de culpa sería similar a responsabilizar a la luz
del tablero por el desperfecto eléctrico que el coche está
sufriendo.
Lo correcto es tener la valentía de reconocer la culpa,
eliminar su causa modificando el comportamiento que la
originó.
El agotamiento psicofísico
La actividad que venimos desarrollando ha resultado
superior a nuestras fuerzas y debemos hacer un alto, no
sólo para descansar, sino también para pensar hacia dónde
estamos dirigiéndonos y, si es el caso, corregir nuestra
perspectiva de la vida.
El gran desafío de la vida moderna es interpretar
por qué nos cansamos los seres humanos. En general nos
cansamos mucho menos por la realización de un esfuerzo
físico que por el desgaste de nuestro sistema nervioso que,
combinado con otros factores debilitantes, como el estrés, la
vida sedentaria y la mala alimentación, nos convierten en seres
minusválidos para enfrentar los desafíos básicos de la vida.
La desesperanza
Esta nos recuerda de manera constante que, a pesar
de todos los esfuerzos, no podremos resolver nuestros
problemas.
Si logramos abordar con cierta serenidad nuestra
problemática, veremos cómo jugar el papel de víctima es
muy poco redituable, además de dar una pobre imagen de
nuestra persona.
NUEVAS INTERPRETACIONES
PARA NUESTRA HISTORIA
PERSONAL.
Los hechos seguirán siendo los mismos. Lo que puede
cambiar, con el tiempo, es su interpretación, como una forma
de atribuirnos el derecho a seguir existiendo de una manera
digna frente a nuestros propios ojos y los de los demás.
Mientras permanezcamos aferrados a las respuestas negativas
sobre lo que nos aconteció, estaremos invirtiendo una gran
cantidad de tiempo en preocuparnos, actividad que nos puede
llegar a obsesionar hasta ocuparnos. Las preocupaciones
tienen la triste virtud de destruir la imaginación más creativa y
dejar sin energía a quien las sufre.
Comience a fijarse en cómo habla usted de sí mismo
y qué mensaje recibe quien lo escucha, y luego
podrá entender con más claridad por qué a veces no
obtenemos aquello que deseamos.
Pero si no nos tomamos la molestia de hacernos las
preguntas, de cuestionarnos nuestros defectos, de descubrir
las áreas débiles de nuestra personalidad, no digamos luego
que no sabemos por qué sentimos que estamos arruinados.
Nuestros puntos débiles pueden ser nuestra fuerza
La ansiedad
La ansiedad definida como el “temor sin objeto” es un
sentimiento muy difícil de delimitar que nos invade cuando
no podemos establecer un control adecuado de los
acontecimientos que aparecen imprevistamente, y ante los
cuales nos vemos en la necesidad de responder con rapidez.
Cuantas menos alternativas de hacer frente a la situación
tenemos, más hostil nos parece el desencadenante del
estrés, y mayores la perturbación y el nivel de ansiedad.
El desánimo
La falta de confianza nos inclina a la constante evaluación
de las distintas situaciones que debemos enfrentar y de
nuestra capacidad para hacerlo. La autodesvalorización se
sintetiza a menudo en el siguiente planteo: “Si no puedo
hacerlo perfecto, mejor no comienzo”. Este pensamiento
expresa la certeza de que no vale la pena actuar, porque
desde el comienzo ya sabemos que no vamos a obtener
buenos resultados.
El sentimiento de inferioridad
De acuerdo con la estructura psicológica de cada ser
humano, este sentimiento puede ser permanente o
presentarse por espacios de tiempo más o menos breves.
Cuando se instala de modo permanente, tornándose
excesivo, anula la conciencia, y configura un verdadero
bloqueo a la realización de cualquier proyecto personal.
¿Cómo lo bloquea? Con la excusa de la ineficacia: para qué
intentar hacer algo que sabemos que no seremos capaces
de llevar a buen fin.
Aprendemos a hacer hincapié en nuestros defectos,
viéndolos a través de una lente de gran aumento.
Si cada vez que nos toca actuar sentimos sobre nuestros
hombros el peso de una probable derrota, no podremos
experimentar la alegría asociada con la posibilidad de lograr
el éxito en lo que nos proponemos.
La vergüenza
La vergüenza es un sentimiento que aparece cuando
tenemos la certeza de que somos lo contrario de lo
que deberíamos, absurda manera de juzgar nuestras
capacidades que aplicamos a todo lo que nos somos, a todo
lo que no pudimos hacer y que tampoco hemos de poder
realizar en el futuro.
El rechazo
Este sentimiento, aparece ante la seguridad de que nada en
nosotros es digno de admiración y deja entrever el temor a
enfrentarse al juicio de los demás, que es vivido como una
sentencia inapelable. Cuando ni siquiera podemos construir
un sueño sobre nosotros mismos, tampoco nos sentimos
proclives a alimentar sueños sobre los sentimientos de los
demás hacia nosotros.
¡Cuidado! No es el mundo el que nos excluye.
Somos nosotros mismos quienes no nos damos el lugar
que nos corresponde.
Alumno: Jefferson Vinicio Pambi Romero
Curso: 1 Electricidad B